Atletismo
Una noche en 'la carrera'
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- Tomás García Serrano
- Domingo, 14 Septiembre 2014 14:43
Huelva, nueve de la noche. La calle es invadida por un murmullo, cada vez más acuciante, mientras el ambiente que se respira, húmedo, va tornando a risas y exclamaciones. Poco a poco los participantes van llegando. Unos lo hacen andando, y otros realizan su calentamiento aproximándose corriendo a a la pancarta de salida. A las diez menos cuarto, la avenida Pio XII, a la altura del pabellón Andrés Estrada, escenario donde juega sus partidos el Club Baloncesto Conquero, está invadida de corredores. Ahora ya cuesta abrirse paso entre las personas para cualquier desplazamiento de pocos metros; va a dar comienzo, en breves minutos, la tercera edición de la Carrera Nocturna.
Trato de tomar una posición en la salida que no me condene a ser uno de los colistas ya desde el principio, aunque sé que el ritmo que sea capaz de mantener durante los 8 km sí será decisivo en el crono, y no iniciar la prueba unos metros más o menos atrás. Justo antes del pistoletazo, el sonido de las voces de todos a la vez, incompresible pero armonioso, se rompe; gritos al unísono, silbatos, palmas... los trabajadores de Ence, cuya situación laboral es muy delicada, se han sumado a la fiesta, aunque los corredores somos los primeros que entendemos que no están de celebración, y se llevan una ovación de hasta "el apuntador".
Ya falta poco. Quien escribe imparte cursos teóricos y, por muchas horas que pase frente a cientos de personas distintas explicando y contando cosas, la primera vez, con cada grupo de personas distinto, es especial. Porque cada primer minuto de cada primer día de cada nuevo curso, estoy algo nervioso, a pesar de la experiencia. Y cada minuto anterior al inicio de cada carrera, también lo estoy algo. Es... el famoso gusanillo, ese al que le gusta moverse en tu interior, de abajo a arriba. Siempre he creído que debería dejar de impartir teóricos, el primer día de un nuevo curso en que no sienta nada que lo haga distinto de los otros días. O eso pensaba antes; con la actual situación económica que vivimos estos días, tener la posibilidad de impartir algo y cobrar por ello, es todo un privilegio. Pero sí sé que dejaré de correr el día en que en el minuto anterior al comienzo de la prueba no sienta nada.
Y es que un runner no son unas zapatillas y a correr. Sin embargo, esta frase no me hará redundar en lo obvio y probablemente aburrido, sino recordar un artículo de Coral Aja, en el cual describe magistralmente bueno, a quienes opinan que un runner no son "sólo" unas zapatillas; un runner es también un reloj en cada articulación, un equipo de salvamento portátil, un casco con visión nocturna y ¡un apartamento en Torrevieja!, Alicante, como regalaba Mayra Gómez Kemp en el 1,2,3. Alguno había esta noche. Vaya que si había...
Al comenzar al fin, y según se va estirando el pelotón, el sonido que acompaña a la carrera va cambiando, y se produce el fenómeno inverso al de la previa; porque la calle sigue mostrando su olor a humedad casi otoñal, pero algo pasa con el sonido. De los gritos, las bromas, y también los empujones vamos pasando paulatinamente a ... las zapatillas. Y sólo las zapatillas, a pesar del casco de visión nocturna de alguno, es lo que se oye cuando pasados unos metros, cada cual está ya sólo preocupado de su ritmo, o de su liebre. El silencio de las calles, amparado por la oscuridad predominante en el cielo, sólo es alterado por el "canto" de las deportivas contra el suelo. A veces suenan como una sola, y a veces se oyen tantas zapatillas como corredores.
El señor de negro es mi liebre. El paso por el km.4 confirma que no he preparado la prueba como debería, y que tal vez mi estado de forma no es el óptimo: el señor de negro va como un tiro, al haberle aguantado detrás, le he rebajado muchísimo tiempo a la referencia de la última serie. Por lo que no he especializado nada la carrera, al rebajar tantísimo. Lo siguiente es fácilmente presumible; adiós, señor de negro. El km.5 es el tramo más duro de la prueba, un prolongado ascenso, no muy pronunciado, pero que a estas alturas exige muchísimo. En mi caso, hace estragos. El público, no obstante, es muy numeroso aquí, son las calles del centro. Y se produce esa "simbiosis", que todo runner experimenta con la gente: tú quieres sus aplausos, y su grito de "vamos vamoooss"; y ellos quieren que tú seas consciente de ello. Es una relación perfecta, sin segundas intenciones: tú estás ahí corriendo porque quieres; ellos te aplauden sin esperar nada a cambio. Señores del público: SÍ ayuda, se siente emoción cuando no puedes más y alguien que no conoces te pide que sigas.
Consigo instalarme a falta de 2 km en un ritmo que definiría como "ni chicha ni limoná", pero con el que sé que llegaré muy dignamente a meta. Los números, finalmente, no han sido ni de lejos lo buenos que debieran haber sido, pero es lo que menos me importa. Cada carrera, en sí misma, es "suficiente". Porque la prueba no es el medio para conseguir un fin; puede, sin duda, llegar a serlo, pero en realidad la prueba es el fin. Ser, estar. No podría proponerme metas numéricas ni de tiempo, durante todos estos años atrás, sino fuera porque el camino para conseguirlo es motivante por sí sólo, sin necesidad de alcanzar dichos objetivos para lograr, sencillamente, disfrutar y sentirme realizado. Las metas conseguidas actúan como refuerzo, sin duda, pero a las nueve de la noche yo ya sabía que iba a divertirme, pasando un mal rato en el asfalto.
Y si no que se lo pregunten al señor que entró quince minutos después de mí. Su rostro, máxima expresión del sufrimiento experimentado los últimos sesenta minutos, también denota satisfacción. La misma que puedo ver en el joven que, antes de cruzar, toma a sus hijos de la mano para compartir con ellos el paso por meta. Menos expresiva es una chica que he observado, no ha hablado con nadie en toda la noche, al menos que yo haya visto. Llegó sola y sola lleva también desde que hizo la llegada. ¿Acaso hace falta alguien más si nadie te quiere acompañar? No, si nos interesa el hecho, y no el fin, como ir al cine solo. Yo fui sin compañía a ver la película Nostradamus, hace muchos años. Su predicción de que Manuel Cortés y María José López ganarían la Nocturna me habría ayudado mucho a anticiparme con una grabadora y en exclusiva, para obtener de ellos unas palabras. Satisfacer el gusanillo de la actualidad y la información deportiva a pie de calle es lo único que le faltó a la noche para llevarse un diez. Tal vez hagamos algo al respecto para la próxima cita, la Vuelta a Huelva, el 12 de octubre.